Reducción de Jornada Laboral; las horas extras ¿el elefante en la habitación?

Por: Jorge Sales Boyoli

La frase “el elefante en la habitación” es una metáfora que se usa para describir verdades evidentes que todos reconocen y que nadie quiere mencionar o discutir. He pensado en ello recientemente, a partir de la discusión política-legislativa anunciada desde el primero de mayo pasado y que gira en torno a la reducción de la jornada laboral en México para pasar de 48 a 40 horas semanales; especialmente porque conforme evoluciona la conversación pública, se habla de diversos aspectos, sin embargo, existe uno que me parece, está poco explorado y quizá… es el “elefante en la habitación”. Las horas extras.

La Fotografía Completa.

México es el país de la OCDE donde más horas se trabajan; 2,266 horas anuales algo como cuarenta y seis horas semanales quitando de la ecuación vacaciones y feriados, pero también somos el país con el PIB por hora trabajada más bajo de la misma organización $94.83 dólares por hora. (Korea del Sur trabaja 1,900 horas anuales y su PIB por hora trabajada es $121.26 dólares por hora).

México es el país de la misma OCDE, donde las horas extras se pagan más caras, de hecho, es el único país donde se pagan al doble, cuando el promedio mundial es de 1.3 veces. Pagar las horas extras al doble e incluso al triple en México, se ha convertido en un incentivo perverso donde además, se pasa por alto la producción y la rentabilidad.

Fallas de Origen.

El incentivo perverso ha producido malos frutos, en México, sólo se pagan el 3% de las horas extras efectivamente trabajadas; ¿quiere decir que no se trabajan jornadas largas? No, quiere decir que el pago del tiempo extra se omite al amparo de diversas estrategias más o menos legales.

Repensar el trabajo, la productividad y la reducción de la Jornada.

La inminente y quizá larga reforma para reducir la jornada laboral, debe evaluar el pago de las horas extras, el rol de la inspección del trabajo para asegurar el cumplimiento del pago sobre bases mas justas y homogéneas, incluyendo además en los incentivos a los empleadores en términos de productividad. Una jornada reducida no se traduce necesariamente en mejor calidad de vida ni mayores ingresos; por ello la reducción de la jornada debe pasar por un análisis más holístico donde, por ejemplo, se evalúen las infraestructuras de las ciudades para hacer eficientes los tiempos de traslado del trabajo al hogar. Finalmente el Estado debe recuperar su calidad moral como empleador y prever también para la burocracia laboral, las mismas reformas que para los trabajadores y empleadores particulares.

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